sábado, 13 de octubre de 2007

Lo leido en el cafè literario USAL

El gran monzón de verano había derribado todo vestigio de belleza.

No tenía ganas de volver a plantar más semillas. ¿Para qué?

Las hojas llagadas se escurrían por los canales abiertos.

Rasgadas, violadas por aquel sombrío intruso veraniego que asechaba con regresar.

Arrancadas, arrancadas de raíz.

Las pequeñas enervaduras se vislumbraban ante el cortejo de aquel sol aparente…

Los pimpollos, aquellos suaves, exquisitos e hipnotizantes pimpollos habían dejado de ser

visitados por los zánganos hambrientos.

Rodaban libres por la tierra… perdidos, despojados de la vida que los unía a su ser.

¡Y los pétalos! Regados…varados en el barro, atascados, escupidos por el fenómeno incipiente que borró aquel rastro de eterno equilibrio.

Se rompió. Cada unión, en cada flor, fue quebrada.

¿Para qué volver a plantar?



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consigna: hablar de sexo implicitamente, utilizando la tercera persona.